Magazine SLV. Artículo de Laura Ramos
Estas líneas acerca de la película Ocho apellidos marroquís no van a comparar Ocho apellidos marroquís con Ocho apellidos vascos y Ocho apellidos catalanes porque servidora no ha visto estas dos últimas películas, sin embargo antes de verla ya me pareció que la película tenía algo que contar que podía perdurar y merecer la pena reflexionar sobre ello.
Foto: eldiario.es
Efectivamente es así, en mi opinión, aunque veo que varias críticas discrepan en ello, Ocho apellidos marroquís es una divertida parodia que hace juego de los estereotipos que se manejan acerca del pueblo marroquí, especialmente por parte de ciertos sectores, aunque es verdad que algunos están bastante extendidos y son compartidos por personas de lo más diverso. Es cierto que algunos tienen su parte de verdad (otros de ellos en absoluto), pero, como siempre es injusto tomar la parte por el todo, universalizar ciertas características y deshumanizar y criminalizar a cualquier pueblo por entero, sea el que sea.
La película tiene el gran acierto de mostrar personajes humanos y con cierta complejidad, no meros monigotes, nadie es malo ni bueno por entero: quienes parecen más egoístas tienen también su corazón y aprenden de algunos de sus errores, a quienes parece a veces que solo les mueve la generosidad luego se demuestra que tienen algún que otro interés detrás, los sentimientos que van forjándose entre los cuatro personajes centrales de la película son un gran acierto tanto desde el punto de vista de la parodia como desde la humanidad que, a mi parecer, también desprende la película.
Ocho apellidos marroquís es, en mi opinión una película recomendable porque, además de ser amena, simpática y contar con actores creíbles, nos invita a todos y cada uno de nosotros a reflexionar sobre nuestros propios prejuicios no solo hacia el pueblo marroquí, sino también hacia ciertos colectivos sociales que tienden con más frecuencia a estereotipar y rechazar a las personas migrantes, especialmente si no tienen “papeles”. Sin duda, esto último es un gran error por su parte, pero eso tampoco deshumaniza totalmente a estas personas, que tienen múltiples recovecos y también pueden aprender de sus errores y demostrar que, en ocasiones, tienen un corazón que se puede ensanchar más. Se ha criticado que quizás este aprendizaje y cambio es casi imposible o poco creíble, pero en la vida a veces se dan estas cosas y con más frecuencia de lo que cabría pensarse. Particularmente, mi opinión sobre la película, que tiene un cariz más positivo, se acerca más a la de la periodista Laura Casielles en su artículo de La Marea que a la de sus completos detractores y es que no solo esas personas de ciertos sectores tiene que aprender y reflexionar, debemos hacerlo todos y es quizás ahí donde debemos trabajar quienes veamos la película: en el no dejarnos llevar a pensar que ese racismo es solo propio de personas de determinadas formas de pensar.
Muy probablemente la visión que se da de Marruecos es demasiado estereotipada y exótica, no obstante, a mi parecer, también se rompen moldes con algunos detalles. Nadie debería formarse una visión de cómo es Marruecos en su vida cotidiana por haber visto esta película. Seguramente tienen razón quienes afirman que como alegato antirracista la película puede mejorar, pero en mi opinión tampoco hace falta que nos den todo mascado para poder extraer aprendizajes positivos de la película, que sean genuinamente antirracistas y nos inviten a trabajar nuestros propios prejuicios y a querer aprender más de nuestros conciudadanos.
Laura Ramos
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