Laura Ramos.
Magazina SLV. Madrid. El pasado domingo día 21 de julio la Filmoteca Nacional acogió en su sala más histórica una película clásica del cine español que logró llenar la sala de personas de muy diversas edades y, seguramente, procedencias: El espíritu de la colmena.
La película narra en imágenes de gran poder visual con mucha lentitud momentos particulares de la vida de Ana, encarnada por Ana Torrent en su infancia. Desde la conmovedora mirada de la niña con sus grandes ojos, hasta los juegos visuales de las abejas en las colmenas, el encanto de esta película reside más en las situaciones que recrea en sus escenas, que conforman pequeñas historias y metáforas en sí mismas, que en una compleja trama que necesite de un ritmo rápido para capturar la atención del espectador.
Más que una joya por lo que en ella se cuenta, El espíritu de la colmena es una obra maestra por cómo se cuenta, con esa sensibilidad y acierto en el manejo de la fotografía, las secuencias, la interpretación en cada pequeña microhistoria que acontece a los personajes de esta familia protagonista. No es de extrañar que sea una película que haya pasado a la Historia y despierte interés varios años después de su realización, pues pocas obras son capaces hoy día de resultar interesantes contando lo que cuentan a un ritmo tan pausado.
El espíritu de la colmena es una forma de hacer cine muy distinta a la que más perdura hoy día, pero de la que los nuevos realizadores mucho pueden aprender y las personas que queramos verla mucho que disfrutar.
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